Sin embargo, son demasiados los lugares y los contextos en que no estamos a la altura.
El tema del Día Internacional de la Paz de este año —“Pon fin al racismo. Construye la paz”— nos recuerda las muchas formas en que el racismo envenena el corazón y la mente de las personas y erosiona la paz que todos buscamos.
El racismo priva a las personas de sus derechos y su dignidad; exacerba las desigualdades y la desconfianza. Y nos aleja a unos de otros, cuando deberíamos unirnos, como una sola familia humana, para reparar este mundo fracturado.
En lugar de pelearnos, deberíamos tratar de derrotar a nuestros verdaderos enemigos: el racismo, la pobreza, la desigualdad, los conflictos, la crisis climática y la pandemia de COVID-19.
Deberíamos derribar las estructuras que alimentan el racismo y apuntalar los movimientos de derechos humanos en todo el mundo.
Y deberíamos acallar las perversas voces del discurso de odio clamando al unísono, sin cesar, por la verdad, la comprensión y el respeto mutuo.
En este importante día, en el que se observan 24 horas de no violencia y alto el fuego, pedimos nuevamente a todas las personas que hagan algo más que deponer las armas.
Les pedimos que renueven los lazos de solidaridad que nos unen como seres humanos y pongan manos a la obra para construir un mundo mejor y más pacífico.