Hoy honramos la memoria de Monseñor Óscar Romero, que fue asesinado por alzar la voz contra la desigualdad, la marginación y la injusticia en El Salvador.
Nuestro homenaje a todas las víctimas y supervivientes de graves violaciones de los derechos humanos en todo el mundo.
Reafirmamos y celebramos su dignidad al reconocer sus vivencias; al poner nuevo empeño en que se les dé justicia y reparación; y al comprometernos a hacer todo lo que esté en nuestra mano para evitar que vuelvan a producirse crímenes como esos.
El reconocimiento, la justicia y la prevención no son posibles si antes no se conocen y admiten los hechos. Sin verdad no puede haber justicia ni reparación. Establecer públicamente la verdad de lo ocurrido en las graves violaciones de los derechos humanos permite a las sociedades ir a la raíz del problema.
Aprovechemos hoy este homenaje a quienes sufrieron tales abusos para reflexionar sobre lo que cada uno de nosotros puede hacer para prevenir conflictos y violaciones graves de los derechos humanos en nuestras propias sociedades. Acerquémonos a los demás, escuchémoslos, busquemos puntos de coincidencia y superemos las divisiones.
La verdad es una fuerza de empoderamiento y sanación con la que aceptamos mirar el pasado, el presente y el futuro.