Desde el aire que respiramos y el agua que bebemos hasta el suelo del que nos alimentamos, la salud de los seres humanos depende de la salud de la Madre Tierra.
Y, sin embargo, parece que estemos empeñados en destruirla.
Nuestras acciones están destrozando bosques, selvas, tierras agrícolas, humedales, océanos, arrecifes de coral, ríos, mares y lagos.
La biodiversidad se está desmoronando, con un millón de especies al borde de la extinción.
Debemos poner fin a estas guerras sin tregua ni sentido contra la naturaleza.
Tenemos los instrumentos, los conocimientos y las soluciones necesarios. Pero debemos actuar con mayor presura.
Necesitamos acelerar la acción climática con reducciones más fuertes y rápidas de las emisiones a fin de limitar a 1,5 ℃ el aumento de la temperatura mundial. También debemos incrementar radicalmente las inversiones en adaptación y resiliencia, en particular para los países y las comunidades más vulnerables, que son los que menos han contribuido a la crisis.
Unos ecosistemas saludables, desde los océanos y los ríos hasta los bosques y las praderas, también son fundamentales en nuestra lucha contra el cambio climático. Pongámonos manos a la obra para aplicar el acuerdo histórico de las Naciones Unidas sobre biodiversidad y asegurarnos de que el 30 % de la tierra y el agua del planeta estén protegidas para 2030.
A cada paso, los gobiernos deben marcar la pauta. Pero las empresas, las instituciones y la sociedad civil también desempeñan una función crucial.
Por último, debemos aprender de la sabiduría, los conocimientos y el liderazgo acumulados durante largo tiempo por los Pueblos Indígenas, los cuales, con una gestión ambiental que se remonta a milenios, tienen muchas de las soluciones a las crisis climáticas y de biodiversidad del mundo.
En este Día de la Tierra, insto a las personas de todo el mundo a que alcen la voz —en las escuelas, los lugares de trabajo y las comunidades confesionales y en las plataformas de medios sociales— y exijan a sus dirigentes que hagan las paces con la naturaleza.
Cumplamos con la parte que nos corresponde para proteger nuestro hogar común en interés de la humanidad y el planeta, y para las generaciones venideras.