Para que la promesa de la Declaración se haga realidad, debemos redoblar nuestros esfuerzos para proteger la dignidad y los derechos de las personas de edad en todo el mundo.
Los retos son numerosos. El edadismo está muy extendido en nuestras sociedades. En las crisis, ya sea la pandemia de COVID-19, la pobreza o las emergencias climáticas, las personas de edad suelen estar entre las primeras víctimas.
Resolver esta cuestión, así como otras, es un imperativo de derechos humanos y nos beneficiará a todos.
Las personas de edad son fuentes inestimables de conocimientos y experiencia y tienen mucho que aportar a la paz, al desarrollo sostenible y a la protección de nuestro planeta.
Debemos conseguir que se involucren a fondo, participen plenamente y contribuyan con sus aportaciones esenciales, incluso mediante políticas sociales y laborales que tengan en cuenta sus necesidades específicas.
Debemos promover el aprendizaje permanente, la asistencia sanitaria de calidad y la inclusión digital.
Además, debemos fomentar el diálogo y la unidad entre generaciones.
Juntos, construyamos sociedades más inclusivas y adaptadas a las necesidades de las personas de edad y un mundo más resiliente para todos y todas.