Floreciente
Historias de supervivencia de personas que han logrado florecer en su país de acogida a pesar de las heridas y el sufrimiento.
“Me veo en otras mujeres de mi comunidad; en sus ojos reconozco los míos. Al abordarlas se desbordan, yo las sostengo y ahí encuentro mi fuerza para no desvanecer. Como líder comunitaria lucho para sacarlas de esa situación porque salvándolas a ellas me salvo a mí misma día tras día”. Este es un fragmento del testimonio de Mariana*, una refugiada colombiana que huyó de su país de origen al sobrevivir a la violencia de género.
Dentro de su mandato, ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, con ayuda de sus socios, ha estado implementando programas sociales que responden a necesidades de personas refugiadas, solicitantes de asilo, apátridas y desplazadas internas que sobrevivieron a ataques violentos. A través de la Red de Espacios Seguros se ha fortalecido la gestión de casos en Latinoamérica y la información sobre la violencia sexual y de género, y protección a la infancia.
Como Mariana, las personas valientes de esta serie fotográfica titulada “Floreciente” han sobrevivido a los abusos. Superando la adversidad, comenzaron una nueva vida en Venezuela. Su resiliencia y fortaleza deberían ser un ejemplo para todos nosotros.
Mariana*, refugiada colombiana, huyó de su país de origen tras sufrir violencia de género, dejando atrás días y noches donde no podía salir de su casa por temor a ser encontrada por su expareja y la presión de los grupos armados presentes en su zona.
Mariana relata que para salir de esa relación violenta necesitó mucha fuerza y amor propio. Una noche, tras ser maltratada hasta perder la conciencia y despertar sollozando, decidió levantarse y huir sin mirar atrás. Vivía con temor a perder su vida día y noche.
“Yo me acostaba en el piso de mi sala en la noche con las luces apagadas y lograba ver sombras de pies caminando alrededor de mi casa, era la guerrilla. Luego al despertar me daba cuenta de que mi vida todavía estaba en peligro, mi expareja estaba afuera esperando a que yo abriese la puerta. Recuerdo que él me perseguía a donde yo fuese”.
Una vez a salvo en Venezuela comenzó a florecer, formó una familia y se integró en su comunidad de acogida donde se unió a un grupo de promotores comunitarios apoyados por ACNUR.
“Me enfoco en mis hijos y en ayudar a las personas… dar amor a otros y sentir su agradecimiento me saca de lo vivido, me da razones suficientes para sonreír y seguir”.
Mariana, con lágrimas en los ojos, expresa lo importante que es para ella tener un rol de liderazgo en su comunidad de acogida, donde día tras día se refugia en apoyar a quienes más lo necesitan para ser la luz en la oscuridad de alguien, como ACNUR fue su ancla en sus momentos de mayor vulnerabilidad.
“Yo sirvo, yo valgo, yo soy útil, yo florezco”.
“Duré 15 años en una relación donde era constantemente maltratada moral y psicológicamente por mi pareja sin saberlo. Él limitaba las veces que veía a mi familia, prohibía que saliera con mis amigas y controlaba mi forma de vestir”.
Angélica*, una refugiada colombiana que vive en Venezuela relata cómo normalizó por mucho tiempo la violencia de género de la cual era víctima, al no conocer nada diferente y al no recibir ningún tipo de apoyo de su familia. Fueron años y años de maltrato donde su expareja atentaba con la vida de ambos si Angélica se atrevía a dejarlo.
Angélica nos cuenta que cuando empezó a estudiar pudo darse cuenta de que el comportamiento que tenía su esposo era violento, que existían relaciones donde el amor no era lo que ella había vivido. Logró darse cuenta de que el comportamiento de su pareja se había radicalizado violentamente con el tiempo, y pudo finalmente internalizar el peligro en el que se encontraba.
“Un día regresé de mis clases y encontré todos los recibos de pago de mi matrícula rotos en el suelo por mi expareja, para que yo no pudiese validar los pagos y dejara de estudiar. Fue en ese momento que dije que ya era suficiente y decidí dejarlo”.
Angélica tras ser perseguida y amenazada de muerte por su expareja huyó finalmente de Colombia, logrando dejar ese capítulo tan doloroso de su vida en el pasado por ella y por sus hijos.
“Sonrío al saber que ese dolor quedó en el pasado y que hoy puedo ser yo misma sin limitación alguna, puedo tomar mis propias decisiones. Soy dueña de mí misma, soy libre”.
“La educación permitió mi libertad”.
“Vivía en una zona de Colombia muy bonita, recuerdo estar rodeada de flores y de que todo era muy tranquilo. Sin embargo, un día llegaron unos hombres armados y mi paisaje lo invadió el miedo y la incertidumbre”.
Luisa*, solicitante de la condición de refugiada en Venezuela, nos relata como el miedo llegó a su puerta para cambiar la vida de su madre y la de ella para siempre. Un día llegaron unos hombres a su vecindario que la veían de forma amenazante, donde con murmullos la ensordecían de pánico cada vez que salía de su casa. El miedo crecía y crecía tras enterarse lo que les pasaba a otras niñas de su calle, donde ella pasaba noches y días preguntándose si algún día se irían y todo volvería a ser normal.
“Un día, cuando estaba fuera de mi casa, un hombre me sorprendió y me violó. Mi vida no fue la misma desde entonces. Yo no comprendía cómo alguien era capaz de hacer tanto daño y dejarme vivir con eso”.
Luisa, con miedo de ver a ese hombre regresar, junto a su madre tomó la decisión de dejar su hogar atrás para alcanzar una sensación de seguridad en algún otro lugar muy lejos de ahí. Se refugió en la religión para obtener fuerza y con el apoyo psicosocial obtenido a través de una organización humanitaria socia de ACNUR, Luisa ha podido crecer lejos del dolor, seguir adelante, y valorar que está viva todos los días.
Con su historia de valentía, Luisa quiere recordar que el riesgo a enfrentarse con la violencia de género se encuentra más allá de los círculos conocidos: “un día el peligro puede tomarnos y cambiar nuestra vida… exigiéndonos mucha fortaleza para levantarnos, seguir adelante, y ser sobrevivientes”.
“La iglesia me ha dado fuerza para ver hacia atrás y considerarme una sobreviviente”.
Desde muy pequeño sabía que era diferente a otros niños de mi comunidad, no tenía la misma orientación sexual que mis compañeros y no me gustaban las mismas cosas que a ellos. Sin embargo, la primera discriminación vino desde mi núcleo familiar, mis padres no me aceptaban tal y como soy”.
Este fragmento pertenece a la historia de vida de Carlos*, un hombre homosexual que ha sido sobreviviente del rechazo y la discriminación en todos los ámbitos de su vida. Ha sido discriminado por su familia y amigos, sintiéndose solo y aislado completamente por un largo periodo de su vida. Carlos también resalta que se le ha dificultado integrarse en su comunidad debido a los numerosos rechazos que ha recibido a nivel laboral por su orientación sexual.
Carlos, forma parte de la comunidad LGBTQIA2S+ y ha sido sobreviviente de violencia basada en género. Actualmente es el único hombre en formar parte de la Red de Mujeres de su comunidad de acogida, donde fortalece sus capacidades de comunicación y liderazgo al ayudar a otros en situación de vulnerabilidad, para finalmente lograr ser reconocido como un igual.
“Podemos salir hacia adelante sin importar las circunstancias. Si estamos pasando por momentos difíciles busquemos ayuda, porque el hecho de pertenecer o tener diferencias sexuales no significa que debamos permitir el abuso o ser objeto del mismo. Nosotros somos iguales. Tenemos el mismo valor y dignidad que los heterosexuales”.
La historia de Carlos nos demuestra que la violencia de género se puede manifestar de diferentes formas y que afecta tanto a mujeres como a hombres. También nos resalta la importancia de buscar apoyo en otros y de valorar a todas las personas por igual.
“Apoyémonos en otros para encontrar la fuerza que necesitamos para levantarnos”.
* Nombres cambiados por motivos de protección.
La serie fotográfica “Floreciente” es desarrollada por las Oficinas de Terreno de ACNUR en Venezuela para los 16 días de activismo contra la violencia de género.