“Deseé muchas veces ser hombre, pero hoy estoy orgullosa de ser mujer”
“No estamos solas, aquí estamos para ayudarnos las unas a las otras, aquí hay mujeres valientes, guerreras, luchadoras".
Mientras cría a sus dos hijos de 7 y 6 años, Marianny hace malabares para no faltar a sus reuniones sobre empoderamiento de la mujer en el oeste de Caracas. Sufrió antes maltrato físico por parte de su expareja y ahora entiende que como sobreviviente de violencia basada en género, no solo esquivó el maltrato. Su vida, o su historia, como le gusta llamarla, es un testimonio de ese despertar que ella dice haber encontrado en un proyecto financiado por el Fondo Humanitario de Venezuela (FHV).
“Yo de niña sufrí mucho por el machismo. De pequeña, yo más de una vez deseaba ser hombre. Hoy en día, gracias a este espacio, me siento orgullosa de ser mujer, bastante, y eso es lo que he aprendido, que me llena de orgullo ser mujer, que no nací nada más para estar encerrada en la casa, que yo puedo cumplir mis sueños, puedo ir tras ellos”, dice la joven con ojos brillosos.
Enfermera de profesión y caraqueña de nacimiento, esta chica de 29 años está decidida a romper con las cadenas del machismo, las mismas que de generación en generación llegaron hasta ella y la oprimieron durante años. Lo dice y lo repite como quien quiere traer adeptos a una causa, un propósito que sabe que requiere del esfuerzo colectivo de autoridades y sociedad civil.
En su caso, la violencia física cesó hace años, cuando se separó de su maltratador, pero, advierte, hay muchas mujeres que continúan viviendo en entornos violentos y que necesitan ayuda, por eso cree que actividades como las que realiza la ONG Cesvi, en alianza con Otro Enfoque y Plafam, y en la que ella es beneficiaria deben multiplicarse y con ello la sensibilización de la población sobre la igualdad de género y el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia.
Como Marianny, otras mujeres de los municipios Libertador y Baruta están participando en este proyecto, que no solo aborda la violencia basada en género, sino que también da respuesta a otras necesidades urgentes e interconectadas de protección, seguridad alimentaria, agua y saneamiento y salud. En total, más de 6.500 niños, niñas, adolescentes y mujeres en alto riesgo de sufrir violencia o que han sobrevivido a ella, se están beneficiando de esta iniciativa que busca, no solo soluciones a nivel individual y familiar, sino también comunitario.
Sobre las reuniones semanales en que participa, las ve como un “refugio” o un “escape” en el que ha aprendido sobre autoconocimiento, liderazgo, desigualdades de género y otros temas, siempre con la mirada puesta en objetivos personales y profesionales. Ella, por ejemplo, ha encontrado allí, en un centro comunitario ubicado en las entrañas de la comunidad de Propatria, las ganas y algunas herramientas para retomar su carrera como enfermera, pues quiere seguir estudiando.
Marianny reitera que se ha liberado de las cadenas del machismo y, con esa perspectiva, se siente hoy con la confianza para criar a dos varones con nuevos paradigmas que estremezcan los roles de género y las limitaciones impuestas tradicionalmente a hombres y mujeres para favorecer, en cambio, un mundo más empático. “Hay que romper con los estereotipos: si a un hombre le gusta el color rosado, por qué no, a mí me gusta el color azul, lo amo”, ejemplifica.
Ahora bien, su apuesta no es modesta y va más allá de un dilema cromático, asegura que de acciones como esta depende la salvación de la humanidad. A las nuevas generaciones, “hay que enseñarles que somos de la misma altura, hombres y mujeres. Si queremos salvar la humanidad hacemos falta ambos, sin discriminación”, insiste.
Quizá no ha caído en cuenta, pero la causa de la igualdad de género ha ganado con ella una nueva impulsora, una que no desdeña la maternidad, que, por el contrario, ve en la crianza una oportunidad de generar los cambios que tanto añora para el mundo entero.
“Nosotras no nacimos nada más para eso (para tener hijos), podemos ser madres, podemos ser líderes, podemos ser lo que queramos ser”, explica, pero, al hablar de su rol de madre agrega: “Aquí (en el proyecto financiado por el FHV) entendí que una va a ser el ejemplo para que tus hijos no se rindan, y yo quiero darle todo mi apoyo a mis hijos para que cumplan sus sueños, pero también enseñarles el valor de una mujer”.
Sobre sus compañeras, también beneficiarias de esta iniciativa, destaca que cada una tiene una historia y que entre todas han creado una atmósfera de sororidad en la que abunda el apoyo y la empatía, especialmente para quien atraviesa las situaciones más complejas. A todas les desea un mejor porvenir en sus vidas y, añade, cada una es una sobreviviente que merece celebrar este 8 de marzo el Día Internacional de la Mujer con la mirada puesta en sus sueños.
“No estamos solas, aquí estamos para ayudarnos las unas a las otras, aquí hay mujeres valientes, guerreras, luchadoras. Todas tenemos un sueño, gracias a este proyecto vamos con pie más firme para lograrlo”, concluye.
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El Fondo Humanitario de Venezuela (FHV) fue creado en septiembre de 2020 por el Coordinador de Ayuda de Emergencia (ERC) de Naciones Unidas. Su principal objetivo es apoyar en la implementación del Plan de Respuesta Humanitaria de Venezuela (HRP) y fortalecer el papel de organizaciones humanitarias locales y nacionales, proporcionándoles recursos para responder a necesidades de emergencia imprevistas de manera oportuna y eficaz.
El FHV está liderado por el Coordinador Residente y Coordinador Humanitario, Gianluca Rampolla, y cuenta con el apoyo de donantes internacionales como Alemania, Canadá, República de Corea, España, Irlanda, Noriega, Reino Unido y Suiza.