La agricultura sostenible de las “Mujeres de Valor”
Fortaleciendo la resiliencia y autosuficiencia alimentaria de comunidades indígenas en Venezuela, apoyando iniciativas ecológicas.
En el marco del Día Mundial del Medio Ambiente, destacamos este proyecto conjunto de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Trabajan de la mano para fortalecer la resiliencia y autosuficiencia alimentaria de comunidades indígenas en Venezuela, apoyando iniciativas ecológicas que generan medios de subsistencia y promueven la inclusión de los miembros de la comunidad.
La red de mujeres local Jieyúú Kojutsuu (“Mujeres de Valor” en wayuunaiki) de la comunidad indígena wayúu de Río Negro, en el estado Zulia, desarrolló un proyecto de huerto comunitario para atender sus necesidades y ofrecer un medio de subsistencia para familias cuyas condiciones de vida se habían visto afectadas por la situación socioeconómica en el país. ACNUR donó herramientas agrícolas, semillas, tanques de agua y alumbrado solar público, asegurando la iluminación de la comunidad mediante una fuente de energía limpia y sostenible. La OIM capacitó a las familias en la elaboración de fertilizantes y repelentes orgánicos, utilizando ingredientes disponibles en la comunidad –muchos de ellos desechos– para que los participantes no tuvieran que disponer de sus proprios recursos para adquirirlos.
Veintiséis participantes trabajan en horas de la tarde en el huerto, sembrando y cultivando maíz, tomate, pimentón, apio, caraota, melón y otras verduras y frutas.
“La sustitución de fertilizantes químicos por abonos orgánicos (1) y de agrotóxicos por insecticidas naturales preparados con hojas de árbol de neem, hojas de tabaco y cenizas vegetales, así como la creación de bancos de semillas, garantiza una vida sostenible y ecológicamente eficiente, como también una alimentación más sana para las familias de los participantes y las demás personas beneficiarias que tengan acceso a ellos”, afirma Wolfgan Rangel, Monitor de Proyectos Productivos de la OIM en Maracaibo.
Entre los participantes están adolescentes que estaban expuestos a riesgos de reclutamiento forzoso por parte de grupos armados en la región, mujeres que por falta de ingresos eran más vulnerables a la violencia de género y adultos mayores abandonados o excluidos de la vida comunitaria que se dedicaban a la mendicidad o a trabajos pesados.
Fertilizantes y repelentes 100% naturales
Por sus ubicaciones remotas, las comunidades indígenas rurales venezolanas se han visto particularmente afectadas por la situación socioeconómica del país, agravada por el impacto de la pandemia de COVID-19. Han tenido que enfrentar en mayor grado la disminución de servicios como el suministro de electricidad y gas doméstico, y el transporte público.
En las comunidades indígenas de la frontera occidental de Venezuela con Colombia, como en la comunidad de Río Negro, esta realidad ha ocasionado una dinámica de viajes pendulares frecuentes a Colombia, exponiéndolas a riesgos de seguridad, para adquirir productos básicos como alimentos.
Guillermina Torres, una de las mujeres que trabajan en el huerto, expresa la importancia de esta iniciativa: “¡Imagínate! Habemos más mujeres que hombres en el huerto. Vamos a cosechar nuestros propios alimentos sin tener que depender de los ingresos de nuestros esposos. Y los jóvenes que se la pasaban por ahí en la calle también se unieron a este proyecto. No tenemos que ir a ninguna tienda ni gastar reales en comprar químicos que además pueden afectar los cultivos y el entorno. Aprendimos a preparar nuestros propios fertilizantes y repelentes 100% naturales con ingredientes que conseguimos aquí mismo en la comunidad”.
Mitigando los riesgos de protección
“Tradicionalmente la agricultura era uno de los medios de vida principales de la región. En este espacio intergeneracional, adultos mayores han podido integrarse y compartir saberes ancestrales con los miembros más jóvenes de la comunidad. Las mujeres que corrían mayor riesgo de sufrir violencia de género mientras sus parientes o parejas realizaban viajes pendulares ahora tienen un espacio seguro donde se reúnen todos los días para cultivar alimentos que luego beneficiarán a sus familiares. Mitigamos riesgos de protección promoviendo iniciativas ecológicas y sostenibles”, declara Diego Moreno, Asistente de Protección de ACNUR en Maracaibo y quien le ha estado haciendo seguimiento a esta iniciativa.
En total, se han apoyado más de 660 proyectos de huertos comunitarios en los estados de Zulia, Táchira y Barinas. Tanto ACNUR como la OIM han donado las herramientas y recursos necesarios para apoyar a comunidades a través del desarrollo de una agricultura sostenible. En algunas de estas comunidades, se han creado mercados para la venta de verduras que también les generan medios de vida.
Tomando en cuenta la lejanía de las comunidades y la falta de transporte público, es importante que las iniciativas sigan expandiéndose para que otras familias indígenas también puedan vivir de la agricultura ecológica de subsistencia y no tengan que desplazarse para adquirir alimentos.
(1) (biol, producto de la fermentación y descomposición de heces de animales)