Pese a que la humanidad depende de la tierra, en todo el mundo, una combinación tóxica de contaminación, caos climático y eliminación de la biodiversidad está convirtiendo tierras sanas en desiertos y ecosistemas prósperos en zonas muertas. Se están aniquilando bosques y praderas, y se está minando la fuerza de la tierra para sostener los ecosistemas, la agricultura y las comunidades.
En consecuencia, se pierden las cosechas, desaparecen las fuentes de agua, se debilitan las economías y corren peligro las comunidades, lo que afecta más gravemente a los más pobres. El desarrollo sostenible está sufriendo, pues estamos atrapados en un ciclo mortal: el uso de la tierra es responsable del 11 % de las emisiones de dióxido de carbono que calientan el planeta. Es hora de salir de este ciclo.
Los países deben cumplir todos sus compromisos para restaurar las tierras y los ecosistemas degradados, así como todo el Marco Mundial de Biodiversidad de Kunming-Montreal. Deben aprovechar su nuevo plan nacional de acción por el clima para definir cómo detendrán y revertirán la deforestación de aquí a 2030. Además, debemos aumentar drásticamente la financiación para ayudar a los países en desarrollo a adaptarse a los fenómenos meteorológicos violentos, proteger la naturaleza y apoyar el desarrollo sostenible.
La inacción nos está costando caro, pero las medidas rápidas y eficaces tiene sentido desde el punto de vista económico: cada dólar invertido en restaurar los ecosistemas genera hasta 30 dólares en beneficios económicos.
Somos la Generación de la Restauración. Construyamos juntos un futuro sostenible para la tierra y para la humanidad.