Historia
06 noviembre 2024
La escuela de fútbol que da oportunidades más allá del deporte
Niños, niñas y adolescentes de Carúpano y Güiria, estado Sucre, han encontrado en Misericordia F.C. un lugar en el que a través del deporte se les garantiza un espacio seguro y amigable para su desarrollo, con apoyo psicosocial para ellos y sus familias.Niños y niñas de distintas edades forman un círculo en el campo deportivo de Canchunchú Nuevo en Carúpano, en el estado Sucre, ubicado en la costa noreste de Venezuela. No hay césped, sólo tierra, alrededor un par de casas con música a todo volumen y el sol fuerte de mediodía quemando sus coronillas. Escuchan instrucciones de sus entrenadores sobre lo que harán en la práctica de ese día. Se trata de Misericordia F.C. una academia que hace tres años sólo era un sueño. Cuando el sacerdote Jesús Villarroel, director de Cáritas Carúpano de la Península de Paria, llegó a la parroquia Divina Misericordia para dirigirla y renovarla, empezó a organizar actividades para atraer a los jóvenes a la iglesia. Quería mantenerlos alejados de las dinámicas de violencia que afectan a esta zona del país.Primero jugaban en el estacionamiento de la sede de Cáritas Carúpano. Los niños que iban a catequesis comenzaron a interesarse por lo que hacían los monaguillos y cuando se dieron cuenta se habían multiplicado los grupos de niños jugando fútbol.En 2020 llegó la pandemia por COVID-19 y tuvieron que ser resilientes y perseverar. Aunque era una crisis sanitaria y había mucho temor, también significó una oportunidad. En diciembre de 2020, al obispo de Carúpano, Jaime Villarroel, y al sacerdote Jesús Villarroel se les ocurrió crear la academia para disipar en los niños el temor por la pandemia y darles un espacio para salir del encierro. “Mientras que todos cerraban, la iglesia y Cáritas mantenía sus puertas abiertas. La pandemia nos llevó a unirnos más y a las pocas estructuras que teníamos, darles fuerza”, dice Jesús Villarroel.
UNICEF apoya esta iniciativa a través del proyecto Apamate desarrollado junto a Cáritas. Se organizaron cursos y actividades recreativas y formativas para jóvenes. “Es entonces cuando la academia, gracias a UNICEF, se traslada también a Güiria”, relató el sacerdote Villarroel.Un campo de juego que da seguridadA más de 130 kilómetros al este de Carúpano y a más de 650 kilómetros de Caracas, la capital de Venezuela, está Güiria, también perteneciente al estado Sucre. Y en Güiria vive Yannelitza Vera, de 13 años. Camina lento con un bolso rosado y short del mismo color. Para llegar a su casa atraviesa el Cementerio Municipal, entre tumbas, nichos y maleza. “Yo me imagino estar en la Vinotinto femenina”, dijo Yannelitza, que sueña con ser como la futbolista venezolana Deyna Castellanos. “Algunos me dicen que el fútbol no es para niñas y yo les digo que sí, que es para niñas y varones”, agrega.A pocos kilómetros de ella, alguien más comparte su sueño: Sthefania Villafañe, de 12 años, delantera y subcapitana de Misericordia F.C. de Güiria. Siempre le gustaba jugar fútbol con sus vecinos y junto a su prima se inscribió en la academia a mediados de julio de 2022.
En Misericordia F.C. ha aprendido sobre disciplina, responsabilidad, tolerancia. “Muchas virtudes, tanto en la cancha como fuera de ella”, expresa Sthefania. Para ella es como una segunda casa y un lugar donde se siente libre y, al mismo tiempo, segura.En Güiria hay riesgos relacionados con la violencia y el tráfico y trata de personas. Al ser una frontera marítima con Trinidad y Tobago, esta localidad portuaria es uno de los puntos por donde cientos de venezolanos emprenden trayecto para salir del país.Los naufragios ocurridos en Güiria a finales de 2020 dejaron una huella dolorosa para sus habitantes. Murieron niños, niñas, adolescentes, mujeres y hombres que habían partido en precarias embarcaciones hacia la isla.Y surgió de nuevo la pregunta: “¿Qué hacer con los jóvenes?” ¿Qué se les podía ofrecer para que se quedaran en Güiria y no se lanzaran al mar tan peligroso? La tragedia también implicó para Cáritas el reto de responder a los flujos migratorios. Con un equipo multidisciplinario, se han organizado para atender a migrantes, tanto en la salida como en el retorno.“Eso es nuestro horizonte, nuestra meta: acoger a los migrantes a través del hospedaje, alimentación, haciéndolos sentir seguros. Hacemos que su llegada a la casa de paso San Antonio sea realmente una acogida fraterna donde se sientan protegidos, amados y luego se promueve su dignidad y su integración a través de cursos de medios de vida”, explica el sacerdote.Más que fútbolTodavía no ha amanecido en Carúpano, pero la casa de Emma Carolina Millán huele a café recién hecho y a empanadas friéndose para el desayuno. El reloj marca las seis de la mañana y el resto de los miembros de su familia van despertando uno a uno. Se dan los buenos días, se cepillan los dientes y se visten para empezar su jornada. Más allá de los vínculos de sangre, todos tienen algo en común: son parte de la academia de fútbol Misericordia F.C.Su hijo Christopher, de 8 años, fue el primero en entrar al equipo. Pero el entusiasmo familiar no quedó ahí: Emma ayudó -y sigue ayudando- voluntariamente a hacer el registro de inscripción de aquellos que quieran entrar en el equipo.A Emmarys, su hermana mayor, nunca le había interesado el fútbol hasta que vio a Christopher en su primer día de prácticas. “A los dos meses me dijeron que abrieron categorías para niñas”, cuenta la adolescente de 14 años.Inspirada por sus hijos y con el anuncio de que retomarían el equipo de Misericordia F.C. para madres y padres, Emma y su esposo Robmar Jiménez se unieron. “Yo quise ser también un ejemplo para ellos. Que vean en nosotros lo que ellos quieran ser”, dice la mujer de 42 años. Su sobrina Camila, de 10 años, recién se unió al equipo de las más pequeñas. Solo falta Krismary, de 3 años, aunque Emma no duda que apenas pueda también estará en Misericordia F.C.Para las familias la academia es mucho más que fútbol. “No solamente le brinda a los niños, niñas y adolescentes un espacio deportivo. Ellos tienen un apoyo psicosocial, acompañado por una psicóloga, para que lleven una mejor calidad de vida y que se puedan desenvolver en sus estudios, en la sociedad, en la familia, en la cultura”, asegura Katiusca Cabrera, coordinadora comunitaria y voluntaria de Cáritas y del programa Apamate.El proyecto también permite que niños, niñas y adolescentes aprendan a identificar situaciones de abuso o vulnerabilidad, para que sepan defender sus derechos en caso de que éstos se vean violentados. Madres, padres y cuidadores reciben talleres de crianza positiva y actividades formativas en higiene y agua segura. “Se han creado escuelas para padres, madres y cuidadores. Ellos tienen un apoyo psicosocial para que lleven una mejor calidad de vida y se puedan desenvolver en sus estudios, en la sociedad, en la familia y en la comunidad”, explica Cabrera.“Hemos visto un cambio de conducta. Hemos visto un cambio en la manera de relacionarse, no solamente con su familia sino con los otros”, afirma Villarroel.Sin límites de edad o géneroAunque a Emma Carolina Millán siempre le gustó el fútbol cuando lo veía en casa con su papá y sus tíos, jamás imaginó que sería parte de un equipo. Todo han sido cambios positivos: Misericordia F.C. ha sido un lugar donde hizo amigos y personas que puede llamar familia.Como madre de tres, Misericordia F.C. también ha significado un espacio solo para ella. “Mi momento favorito es cuando estamos jugando. Yo siento que me aparto de todo: todo queda fuera, no tengo preocupaciones de la casa, ni de los muchachos ni de nada. En ese momento siento que soy yo misma. Todas las mujeres necesitamos un momento para nosotras”. A Emmarys, su hija, también la han subestimado por ser niña y ser futbolista. “Me ponían de defensa o portera y me decían que era para que ‘la niña no se ensuciara’. Estamos en el siglo XXI, ¿qué niña va a estar jugando muñecas ahora?”. Sthefania Villafañe cuenta que a ella también le han dicho que el fútbol femenino no tiene futuro. “Pero nosotras con el tiempo hemos demostrado lo contrario”, dice.El lema de Misericordia F.C. es “una academia diferente”, porque busca cultivar también el crecimiento personal. “Una vez hicimos una actividad con los niños para preguntarles qué significaba para ellos la academia. Y decían ‘un refugio’, ‘una casa’, ‘un lugar donde puedo descansar’. Es el descanso de sentirse valorado, de sentirse en familia, amados, respetados”, dice Villarroel.La labor conjunta de UNICEF y su socio implementador ha sido clave para el éxito y crecimiento de esta academia de fútbol, que además de enseñar deporte también brinda soporte psicosocial a 316 niños, niñas y adolescentes de Cumaná, Carúpano y Güiria.El impacto de este esfuerzo va mucho más allá de las canchas de fútbol. En 2023, Cáritas Carúpano, a través del programa conjunto con UNICEF, Apamate, ha brindado apoyo psicosocial a más de 4.300 niños, niñas, adolescentes y cuidadores; servicios especializados de protección a 190 niños, niñas y adolescentes, y ha capacitado y sensibilizado a más de 3.800 personas de las comunidades para la prevención y respuesta ante la violencia, abuso, explotación y negligencia contra la niñez y la adolescencia en las comunidades de los municipios Bermúdez y Valdez del estado Sucre.
UNICEF apoya esta iniciativa a través del proyecto Apamate desarrollado junto a Cáritas. Se organizaron cursos y actividades recreativas y formativas para jóvenes. “Es entonces cuando la academia, gracias a UNICEF, se traslada también a Güiria”, relató el sacerdote Villarroel.Un campo de juego que da seguridadA más de 130 kilómetros al este de Carúpano y a más de 650 kilómetros de Caracas, la capital de Venezuela, está Güiria, también perteneciente al estado Sucre. Y en Güiria vive Yannelitza Vera, de 13 años. Camina lento con un bolso rosado y short del mismo color. Para llegar a su casa atraviesa el Cementerio Municipal, entre tumbas, nichos y maleza. “Yo me imagino estar en la Vinotinto femenina”, dijo Yannelitza, que sueña con ser como la futbolista venezolana Deyna Castellanos. “Algunos me dicen que el fútbol no es para niñas y yo les digo que sí, que es para niñas y varones”, agrega.A pocos kilómetros de ella, alguien más comparte su sueño: Sthefania Villafañe, de 12 años, delantera y subcapitana de Misericordia F.C. de Güiria. Siempre le gustaba jugar fútbol con sus vecinos y junto a su prima se inscribió en la academia a mediados de julio de 2022.
En Misericordia F.C. ha aprendido sobre disciplina, responsabilidad, tolerancia. “Muchas virtudes, tanto en la cancha como fuera de ella”, expresa Sthefania. Para ella es como una segunda casa y un lugar donde se siente libre y, al mismo tiempo, segura.En Güiria hay riesgos relacionados con la violencia y el tráfico y trata de personas. Al ser una frontera marítima con Trinidad y Tobago, esta localidad portuaria es uno de los puntos por donde cientos de venezolanos emprenden trayecto para salir del país.Los naufragios ocurridos en Güiria a finales de 2020 dejaron una huella dolorosa para sus habitantes. Murieron niños, niñas, adolescentes, mujeres y hombres que habían partido en precarias embarcaciones hacia la isla.Y surgió de nuevo la pregunta: “¿Qué hacer con los jóvenes?” ¿Qué se les podía ofrecer para que se quedaran en Güiria y no se lanzaran al mar tan peligroso? La tragedia también implicó para Cáritas el reto de responder a los flujos migratorios. Con un equipo multidisciplinario, se han organizado para atender a migrantes, tanto en la salida como en el retorno.“Eso es nuestro horizonte, nuestra meta: acoger a los migrantes a través del hospedaje, alimentación, haciéndolos sentir seguros. Hacemos que su llegada a la casa de paso San Antonio sea realmente una acogida fraterna donde se sientan protegidos, amados y luego se promueve su dignidad y su integración a través de cursos de medios de vida”, explica el sacerdote.Más que fútbolTodavía no ha amanecido en Carúpano, pero la casa de Emma Carolina Millán huele a café recién hecho y a empanadas friéndose para el desayuno. El reloj marca las seis de la mañana y el resto de los miembros de su familia van despertando uno a uno. Se dan los buenos días, se cepillan los dientes y se visten para empezar su jornada. Más allá de los vínculos de sangre, todos tienen algo en común: son parte de la academia de fútbol Misericordia F.C.Su hijo Christopher, de 8 años, fue el primero en entrar al equipo. Pero el entusiasmo familiar no quedó ahí: Emma ayudó -y sigue ayudando- voluntariamente a hacer el registro de inscripción de aquellos que quieran entrar en el equipo.A Emmarys, su hermana mayor, nunca le había interesado el fútbol hasta que vio a Christopher en su primer día de prácticas. “A los dos meses me dijeron que abrieron categorías para niñas”, cuenta la adolescente de 14 años.Inspirada por sus hijos y con el anuncio de que retomarían el equipo de Misericordia F.C. para madres y padres, Emma y su esposo Robmar Jiménez se unieron. “Yo quise ser también un ejemplo para ellos. Que vean en nosotros lo que ellos quieran ser”, dice la mujer de 42 años. Su sobrina Camila, de 10 años, recién se unió al equipo de las más pequeñas. Solo falta Krismary, de 3 años, aunque Emma no duda que apenas pueda también estará en Misericordia F.C.Para las familias la academia es mucho más que fútbol. “No solamente le brinda a los niños, niñas y adolescentes un espacio deportivo. Ellos tienen un apoyo psicosocial, acompañado por una psicóloga, para que lleven una mejor calidad de vida y que se puedan desenvolver en sus estudios, en la sociedad, en la familia, en la cultura”, asegura Katiusca Cabrera, coordinadora comunitaria y voluntaria de Cáritas y del programa Apamate.El proyecto también permite que niños, niñas y adolescentes aprendan a identificar situaciones de abuso o vulnerabilidad, para que sepan defender sus derechos en caso de que éstos se vean violentados. Madres, padres y cuidadores reciben talleres de crianza positiva y actividades formativas en higiene y agua segura. “Se han creado escuelas para padres, madres y cuidadores. Ellos tienen un apoyo psicosocial para que lleven una mejor calidad de vida y se puedan desenvolver en sus estudios, en la sociedad, en la familia y en la comunidad”, explica Cabrera.“Hemos visto un cambio de conducta. Hemos visto un cambio en la manera de relacionarse, no solamente con su familia sino con los otros”, afirma Villarroel.Sin límites de edad o géneroAunque a Emma Carolina Millán siempre le gustó el fútbol cuando lo veía en casa con su papá y sus tíos, jamás imaginó que sería parte de un equipo. Todo han sido cambios positivos: Misericordia F.C. ha sido un lugar donde hizo amigos y personas que puede llamar familia.Como madre de tres, Misericordia F.C. también ha significado un espacio solo para ella. “Mi momento favorito es cuando estamos jugando. Yo siento que me aparto de todo: todo queda fuera, no tengo preocupaciones de la casa, ni de los muchachos ni de nada. En ese momento siento que soy yo misma. Todas las mujeres necesitamos un momento para nosotras”. A Emmarys, su hija, también la han subestimado por ser niña y ser futbolista. “Me ponían de defensa o portera y me decían que era para que ‘la niña no se ensuciara’. Estamos en el siglo XXI, ¿qué niña va a estar jugando muñecas ahora?”. Sthefania Villafañe cuenta que a ella también le han dicho que el fútbol femenino no tiene futuro. “Pero nosotras con el tiempo hemos demostrado lo contrario”, dice.El lema de Misericordia F.C. es “una academia diferente”, porque busca cultivar también el crecimiento personal. “Una vez hicimos una actividad con los niños para preguntarles qué significaba para ellos la academia. Y decían ‘un refugio’, ‘una casa’, ‘un lugar donde puedo descansar’. Es el descanso de sentirse valorado, de sentirse en familia, amados, respetados”, dice Villarroel.La labor conjunta de UNICEF y su socio implementador ha sido clave para el éxito y crecimiento de esta academia de fútbol, que además de enseñar deporte también brinda soporte psicosocial a 316 niños, niñas y adolescentes de Cumaná, Carúpano y Güiria.El impacto de este esfuerzo va mucho más allá de las canchas de fútbol. En 2023, Cáritas Carúpano, a través del programa conjunto con UNICEF, Apamate, ha brindado apoyo psicosocial a más de 4.300 niños, niñas, adolescentes y cuidadores; servicios especializados de protección a 190 niños, niñas y adolescentes, y ha capacitado y sensibilizado a más de 3.800 personas de las comunidades para la prevención y respuesta ante la violencia, abuso, explotación y negligencia contra la niñez y la adolescencia en las comunidades de los municipios Bermúdez y Valdez del estado Sucre.